El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, tuvo un encuentro famoso con una mosca durante una entrevista para televisión en la Casa Blanca. Ahora el Papa Benedicto XVI tuvo un encuentro con una araña, pero el pontífice no la pudo matar como Obama hizo con el insecto volador. El arácnido fue visto sobre las túnicas blancas del Papa mientras pronunciaba un discurso a políticos y diplomáticos en Praga este sábado. El pontífice no notó la presencia del bicho, pero los periodistas que estaban atentos al discurso en una pantalla grande se estremecieron cuando notaron que la araña se acercaba poco a poco hacia el cuello de Benedicto XVI. El arácnido desapareció de la vista por un momento y luego pudo verse caminando por el lado derecho del rostro del máximo dirigente de la iglesia católica, de 82 años.
LA ENFERMERA
Todavida
A la izquierda de la parte superior de una de las puertas del Laboratorio de Radiología, Todavida se percata del cuerpo de una araña de jardín colgada de su tela. Con aire entre curioso y turbado la enfermera, a quien su abultado pecho enrojece por el escote, se acerca con la intención de examinar al intruso hilador. “Este abdomen, segregador de la más suave de las hebras, está abocado -se dice-, a desaparecer con una fumigación o con una gamuza”. Aquella visión hacía que sintiera de un soplo, el subsidio del encaje, la angosta puntilla guarneciendo las espirales del perdido ser, tan alejado del trepar por las briznas de una hierba o por el tallo de una planta. A Todavida, este nudo en el techo le recuerda la voz del enfermo que tiembla de frío bajo la piel ardiente. A lo lejos, “Enfermera, enfermera...” la tos de una mujer que no se parece a ninguna de cuantas había oído, “le necesitan en la Unidad de Emergencia”, llega como un chapoteo espantosamente débil. “Rápido, el respirador. ¿Tiene a mano el laringoscopio?.Las constantes vitales, compruébelas con el marcapasos externo. Durante la comida, los rayos del claro sol de poniente caen sobre la mesa de las enfermeras, las flores, el césped, los árboles que rodean el hospital. “He logrado salvarla”. “¿A la paciente de urgencias?”. Todavida, feliz, asiente con la cabeza. Piensa, sí, en las pa-ci-en-tes patitas que se mantuvieron, durante los rigores de una urgencia, inmóviles y arropadas. Arropadas entre los pliegues de un bordado pañuelo, inertes dentro de uno de los bolsillos de su bata blanca.
(Del libro Diecinueve o Veinte Líneas - Nieves Viesca) Septem ediciones http://www.septemediciones.com/