viernes, 7 de mayo de 2010

DIA DE LES LLETRES ASTURIANES

Poemes inéditos (La Voz de Asturias)

NADA Y VIDA
Si me pidisti amor dalguna vez
camienta que to lluz cegó mios güeyos,
quiciás por ello solo di pallabres,
afalagos, bicos, manes, xestos, besos.
Yera tan rectu'l camín, claru,
que nun fui a topalu nel raxón
del vértice que va camín del centru
del tiempu.
Si me pidisti amor dalguna vez
zarróme los oyíos una voz
como espantible diosa blanca o negra.
Nel tiempu hai una cárcel que mos torga
güeyar, oyer, sentir, de carne y güesos.
Nel firmamentu veo lo futuro
nesti mundu ensin antes nin depués
del tiempu.
                            Xosé Antonio García Álvarez


Les madreñes de Güelina             
                                   Por Nieves Viesca

Desde que murió Güelina allí se quedaron, bajo el hórreo, sumisas, calladas, sin voz; medio enterradas por la madera apilada, por los palos delgaduchos y retorcidos amparados sólo por el hacha sin mango, tan olvidado y tan envuelto por las telarañas, como olvidadas y envueltas estaban les madreñes. Ya no vibraban, ya no sentían. Su motor de vida Güelina, se había ido para siempre dejándolas en el desamparo más triste: el destierro.
Nadie acudía a calzarlas por “la boca” con enérgica prisa, ni podía trotar con los “peales” por los caminos, ni el “clavu” se hundía en el barrizal. Nunca más pudieron saborear con su “picu” el rocío de las mañanas, ni acariciar el huerto, ni pisar el monte. Tampoco oían el cacarear de las gallinas, el canto de los gallos o el rumiar de los animales. Nunca más pudieron estar a la puerta de la casa, ansiosas, esperando, como sólo esperan los perros guardianes. ¡Ah, qué sinsabor, qué momento! Parece que fuera ayer cuando el madreñeru, en el taller, rasevando con el “burru” las gestaba con el tronco de un guapu nogal o de un apuesto abedul. Ahora, en cambio todo era silencio, vacío, desolación.
Hasta que un día de primavera, la nieta de Güelina las divisó en una visita de socorrida nostalgia. Las cogió entre sus manos y las acercó amorosamente contra su pecho, acariciando el “calcañu” rajado como si acariciase una herida, recorriendo delicadamente con su dedo las cicatrices de los esmaltados ornamentos, tan deteriorados los ramos, las ondas, los bocaos, el picadillo d’escopeta, el encadenáu doble…
Todo un amasijo de emociones, de añoranzas, de recuerdos, llegaron hasta el alma de la joven mano. Nació entonces una pícara sonrisa al recordar que, cuando niña, siempre había experimentado un placer especial al escapar por la llosa alante con les enormes madreñes de Güelina.
Y bajo el hórreo, olvidando la leña apilada, los palos retorcidos y el hacha sin mango, se fueron, dulce y gratamente se perdieron por el camino, recuperando para siempre el inolvidable sabor de la dicha.

                                                                                                                                 
                                                                                                                         (Hemeroteca Alto Nalón)

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